El crucero es un monumento religioso constituido por una cruz (generalmente de piedra sobre un pilar), situado en un lugar público, principalmente encrucijadas, atrios de iglesias o lugares elevados. Por su parte, los vía crucis (también conocidos como “estaciones de la cruz” o “vía dolorosa”) consiste en un itinerario marcado con una serie de catorce imágenes (denominadas “estaciones”) correspondientes a incidentes particulares basados en los relatos evangélicos que, según la tradición católica, sufrió Jesús por la salvación de la humanidad, en los que los fieles realizan un acto piadoso y de oración basado en la meditación sobre la pasión y muerte de Jesucristo en su camino hacia el calvario.
Si bien el uso de estos elementos comenzó a desarrollarse durante la Edad Media, será especialmente a partir de los siglos XV-XVI cuando se generaliza su presencia en diferentes partes de Europa (con especial predilección por parte de determinadas órdenes religiosas como, por ejemplo, los franciscanos), como parte del proceso de o sacralización del espacio que muchas ciudades sufren durante el Barroco.