La ermita se define como una capilla o santuario dotado con altar, generalmente de tamaño pequeño o mediano, situados por lo común en una zona despoblada, y sin culto permanente (más allá de la celebración de romerías y festejos en días concretos). Usualmente estas construcciones cuentan con una vivienda o habitaciones anexas para acoger a la persona encargada de cuidar de su limpieza y del correcto mantenimiento del edificio.
Algunos ejemplos se pueden considerar como construcciones cultas dispuestas en ámbito rural, si bien por lo general suelen ser construcciones ligadas a la arquitectura vernácula del lugar, por lo que los valores artísticos quedan en un segundo plano. Así, es frecuente que sus muros exteriores aparezcan blanqueados, sus ventanas se cierren con rejas de forja, presenten azulejos devocionales, etc.; por su parte, el interior suele ser de gran sencillez, destacando especialmente la zona del altar y de los camarines (si los hubiera) en donde se suele localizar un retablo donde se venera la imagen titular.
Suelen ser construcciones relacionadas con los eremitorios (lugares de oración y recogimiento que permitían a un fraile o ermitaño poder cultivar en paz su propia vocación particular), si bien con el paso del tiempo se extendería el concepto para incluir capillas, iglesias y otros santuarios situados habitualmente en el campo. En ocasiones, una ermita puede ser un humilladero, construcciones de pequeño tamaño con alguna cruz o imagen dispuestas en la entrada o salida de los pueblos.
Muchos de estos santuarios se construyeron originalmente en despoblados, quedando posteriormente rodeados de otros edificios (pero conservando la denominación de ermita); por el contrario, hay iglesias que se construyeron como parroquias y acogieron culto habitual, pero luego quedaron aisladas al despoblarse su entorno, pasando a considerarse como ermitas. También existen santuarios enclavados en zonas urbanas, algunos de los cuales servirían como base para fundaciones monásticas posteriores.