Se denomina hornacina al hueco existente en los muros de una construcción en donde se coloca una imagen o estatua votiva. Por lo general se tratan de sencillos nichos con forma de arco de medio punto, dotado en la parte superior con una pechina o bóveda de horno, que se puede complementar exteriormente con decoración de yeso o azulejos (llegando a conformar un retablo o capilla urbana). Igualmente podemos incluir en esta tipología a los azulejos religiosos: piezas de barro esmaltado con una rica y variada policromía, en donde se usan técnicas como la cuerda seca, la mayólica, la fotoimpresión, etc.
Las hornacinas callejeras son indicadoras de una mentalidad devota y tienen la función de sacralizar el espacio urbano, constituyendo elementos significativos y característicos de la religiosidad a lo largo del tiempo (especialmente durante el Barroco). A pesar del escaso interés institucional por ponerlas en valor, muchas de ellas subsisten debido a su interés cultural y turístico, manteniéndose presentes en algunos edificios o casonas históricas (aunque con evidente peligro de desaparecer).